miércoles

El adiós que no te di

  No me dejaron despedirme de vosotros como me hubiera gustado. Hace unos días me dijeron que te quedaba poco tiempo, posiblemente horas. Y yo lo estaba oyendo desde tu Soria natal. Éstas letras no son sólo para ti, son para todos tus compañeros, para todas esas personas que me disteis tanto en tan poco. Hoy, en medio de un cielo gris de julio, con la lluvia empapando mis cristales, te voy a dedicar esos minutos que tú te mereces. 

  Te recuerdo mucho. Recuerdo tu voz, tus manos (sí, aunque no lo parezca, me encantaba esa delicadeza que veía al sacar la moneda de 50 céntimos para el café). Recuerdo tus saludos, tan educados y que me tratabas de usted. Tratabas a todos de usted. Era peculiar. Una persona que llevaba más de cincuenta años en un Centro por el que habían pasado cientos de otras personas. Eras casi una eminencia, por el mero hecho de seguir allí tantos años. Si venía una visita de las "importantes", te presentaban con orgullo, por que habías sobrevivido más de lo que se esperaba con tu discapacidad. Además, tus formas eran impecables. Daba gusto. 

  Yo me quedo con otras cosas. Me quedo con tu tranquilidad. Ahora me doy cuenta de que de ti he tenido la oportunidad de aprender la virtud de la paciencia. Que tú querías tu café, igual que todos, en esa media hora en la que te lo podías tomar y no intentabas que te lo dieran pronto. Esperabas, aun siendo el último, por que te daba tiempo a tomarlo.  Cuando volvías al taller, volvías con la misma tranquilidad, porque no había prisa. Confiabas en la vida como lo hacen los que tienen fe en que llegará lo que necesiten. 

  Todos los viernes venías a desearnos un feliz fin de semana. Y era el momento en que te sentías cerca de nosotros y nosotros cerca de ti. Los lunes volvías y nos preguntabas qué tal estábamos y nos saludabas. Algo sin importancia que nadie ha vuelto a hacer por mi. Y que ahora echo de menos. Te ponías triste si nos íbamos y no te esperábamos... 

  Ahora yo me siento igual de triste porque no pude decirte adiós, y no sé si podré desearte que disfrutes de tu nueva etapa. Ahora sólo me queda agradecerle a la vida haberte conocido, a ti y a otros que se fueron. Nadie me va a quitar poder decirte adiós así, nadie me va a quitar la felicidad de haberte conocido.
  
  Se te echará de menos, José María.

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